lunes, 11 de julio de 2011

      La violencia intrafamiliar, también llamada violencia familiar o domestica  se define como todos aquellos actos de abuso y maltrato, bien sea físico o verbal, que perpetra unos de los miembros del núcleo familiar, contra uno o más compañeros de este.
      En tal sentido se conoce como los involucrados a victimarios, quien profiere la violencia, y victimas, quien la recibe.
Se entiende que esta violencia se conforma por conductas aprendidas, que incluso pueden involucrar ataque sexual, aislamiento social progresivo e intimidación. A menudo los actores de estas situaciones, tienden a crear una dependencia de los hechos, convirtiéndose para ellos en un estilo de vida.
      Del tema, existe  información accesible. Bien sea vía internet, en artículos periodísticos o simplemente referencias bibliográficas, podemos encontrar una  gama de autores, que sobre él han escrito.
      Es así como podemos destacar de entre estos, uno, Jesús Alfredo Whaley Sánchez;  del cual a continuación se presenta un resumen y análisis, del  capítulo sobre “La Interacción Violenta”, de su libro titulado, Violencia Intrafamiliar, Causas Biológicas, Psicológicas e Interaccionales.
      Por su parte, Jesús Alfredo Whaley Sánchez es médico cirujano titulado en la Universidad Nacional Autónoma de México; médico psiquiatra en el Hospital Psiquiátrico “Fray Bernardino Álvarez”, de la Secretaría de Salud de México, con especialización en Terapia Familiar; miembro del Consejo mexicano de Psiquiatría; de la Asociación Mexicana de Psiquiatría Infantil y de la Asociación Mexicana de Terapia Familiar; lo que le ha brindado un amplio conocimiento y manejo del tema tratado.

 Resumen del Texto

La Interacción Violenta


La Violencia es un fenómeno que se puede presentar de diferentes formas:
1.      Violencia – agresión: aparece en relaciones llamadas simétricas o de igualdad.
2.      Violencia – castigo: que se presenta en relaciones desiguales o complementarias.
A saber, la relación simétrica y la relación complementaria, son conceptos propios del trabajo del terapista familiar y fueron definidos por Watzlawick, de la siguiente forma:
Simetría: es el esquema mediante el cual los individuos involucrados en una relación mantienen un intercambio igualitario, en cuanto a sus conductas.
Complementariedad: cada participante de la relación es de acuerdo con el lugar y papel que ocupa en ella. No existe igualdad. Uno designa y el otro acepta.
      En una relación enmarcada en un contexto social funcional y adecuado, ambos patrones, simetría y complementariedad, se alternan; sin embargo bajo ámbitos de cargas emotivas fuertes, el patrón que prevalece, será el primordial.
Violencia-agresión
      En la relación simétrica la violencia se convierte en agresión. Siendo guiada por una igualdad, que se define por un intercambio de ataques, en el cual ambos participantes cumplen el mismo rol, y poseen igual jerarquía. Cada uno es dominante en igual grado, entendiéndose que quien domina en fuerza física, no lo hace en fuerza psicológica y viceversa.
      Si la violencia-agresión tiene lugar entre adultos, esposo-esposa; se presenta una confrontación, en la que los golpes de uno, son respondidos de forma igualmente agresiva por el otro.
      Por otra parte, cuando la relación violenta-agresiva, la protagonizan, niños y adultos, existen episodios de ira y golpes hacia un niño, que en lugar de sumisión demuestra rebeldía, y actitud retadora.
      Para ambos casos existe una tregua, a la cual algunos autores llaman  pausa complementaria; y se caracteriza por peticiones de perdón, cuidados del agresor al agredido, quien por este periodo es capaz de bajar la guardia, cayendo en una momentánea “reconciliación”.
      Esta pausa está conformada por dos etapas:
1.      Aparición del sentimiento de culpabilidad: que podría llevar a considerar la separación.
2.      Los comportamientos reparatorios: desviando la atención de los hechos, y evadiendo la responsabilidad sobre estos.
      También se caracteriza esta etapa, por ser el momento en que se solicita ayuda externa, permitiendo, temporalmente las intervenciones; ya que al volver la calma, la rechazan, alegando que todo se ha solucionado.
      En la violencia-agresión, los involucrados no sufren consecuencias psicológicas, ya que no se amenaza la identidad y el autoestima de ellos. Saben que no es la forma en que debería funcionar la relación y demuestra interés por cambiarla.
Violencia-castigo
      Cuando la relación es complementaria, la violencia se presenta como castigo, ya que no hay igualdad de poder, una persona será la víctima, mientras la otra fungirá como el victimario, que posee el derecho de castigar, a quien debe ser inferior a él. En este caso no habrá respuesta violenta, puesto que la agresión surgirá de uno solo de los actores.
      En el común de los casos, que está en el puesto inferior, debe someterse, aceptando la situación y su inferioridad.
      Entre adultos, quien posee mayor poder, será quien castigue, golpee, insulte, humille y prive al compañero, estando este ultimo bajo su estricto control y ordenes.
      Cuando el caso es entre adultos y niños, la violencia llega hasta la negación de cuidados, viendo constantemente niños que además de evidenciar maltrato, evidencian descuidos, falta de aseo, alimentación, y afecto.
      En este tipo de violencia no existen pausas, por lo que toma un aspecto intimo, en el cual ambas autoestimas se ven afectadas; y la víctima sufre graves trastornos de identidad.
      El victimario, no posee la capacidad de observar el sufrimiento de su víctima, solo considera que debe reprimirla, y que esta no posee identidad propia.
      En este tipo de violencia los actores no reconocen que exista problema alguno, ni solicitan ayuda, por tanto no permiten intervenciones externas.
Organización Interaccional de la Violencia
      Las relaciones en las que los episodios violentos son habituales, se tienden a calificar como masoquistas; sin embargo son poco comunes las separaciones. Pasa a ser tan asombrosa la separación definitiva, como la permanencia.
      Existe entonces entre esta convivencia, una especie de código en el cual se identifica la violencia como una parte de la dinámica de la relación, de la cual no se puede prescindir; siendo necesario darle limites y parámetros, en todo sentido paradójicos, pues a la vez permiten y prohíben; dejando al descubiertos puntos débiles, que van a  depender de la historia individual de cada participante,  por ejemplo: “puedes decir lo que quieras, pero jamás insultes a mi madre”.
Aspecto espacial
      Es el lugar designado para los episodios violentos. Delimita si será intimo o publico, individual o colectivo, con presencia de terceros  sin ellos.
Aspecto Temporal
      Establece el momento en que se genera la acción violenta, a menudo ritualizados.
Aspecto Temático
      Enmarca los contenidos que impulsaran la violencia; hechos, recuerdos, temas, que sirven de chispa para la ira  y en consecuencia la agresión.
      Tanto este aspecto como los anteriores, se relacionan con la historia de los actores. En el caso temático, será esta la que determinará, los contenidos capaces de propiciar la violencia.
      Cualquier variación en estos aspectos, puede dar pie a la violación del código o contrato, que delimita la forma en que se suscitara la violencia en la relación.
Disparadores de la Violencia
      Cuando la violencia es habitual, posee un sentido cíclico, en el cual el comportamiento da cada uno de los actores, sirve de justificativo al comportamiento del otro. Existen en estos comportamientos, mensajes explícitos o implícitos que desencadenan la violencia, los cuales es importante descifrar de manera correcta.
      En las relaciones complementarias, aparece una secuencia simétrica fugaz, que permite el intercambio del mensaje que da paso a la agresión física. Por otra parte en las relaciones simétricas, aparecen entonces, actitudes complementarias limitadas y definidas; ya que esta mantiene un equilibrio rígido, en el cual cualquier cambio de posición de alguno de los involucrados, obliga a una reorganización del equilibrio de la relación.
      Esto define que, existen mensajes que funcionan como activadores simétricos en las relaciones complementarias, y mensajes que actúan como activadores complementarios en las relaciones simétricas.
      Los efectos de estos mensajes, amenazan el equilibrio de la relación, bien sea simétrica o complementaria; y representa poner en descubierto el rol de cada cual y el conflicto.
      Es importante destacar, que como fenómeno propio de todo evento comunicativo, existe la distorsión; no siempre el mensaje será interpretado de manera correcta por el interlocutor, sin embargo, este no tomara en cuenta este detalle, ni le dará importancia a la veracidad de lo que entiende. En consecuencia, no es importante la intensión real del mensaje, sino su efecto.
      En tal sentido es necesario identificar los mensajes que funcionan como disparadores de la violencia, que por ende justifican los comportamientos violentos; y que generalmente son triviales ante la intensidad de los actos que desencadenan. Sin embargo, esta trivialidad dependerá del concepto individual del actor, su imagen de sí y lo que se denomina mapa del mundo.
      Cada persona, que vive en sociedad, es capaz de formar su propio mapa del mundo, partiendo de los valores y sentidos que capta de cada elemento. Organizando lo que percibe y distingue, elabora su universo cognitivo.
      Dando un valor individual a cada elemento, y un valor real o absoluto, que no varía en el que cree. Es así como crea una realidad que ordena mediante sus acciones y pensamientos, y se ubica en ella, mediante su mapa del mundo.
      Cuando se suma a este mapa un sistema de creencias, entonces se le ha adicionado un orden que será equivalente al código utilizado por la persona para descifrar el mundo. Al lograr que este sistema compagine de forma coherente con sus experiencias y las de otros a lo largo del tiempo, entonces puede valerse de él para basar sus acciones.
      Si dos personas que poseen sistemas de creencias diferentes convergen, es algo trascendental, de igual forma lo es si lo hacen dos  personas con sistemas de creencias parecidos. De allí que la madurez espiritual se considere, cuando se acepta la diversidad del sistema de creencias del compañero, sin querer hacerlo semejante al propio.
      Para  individuos sumidos en relaciones violentas, la variaciones del sistema de creencias del compañero al suyo, son amenazas; y generalmente sus sistemas se basan en patrones idealizados y de expectativas altas: “como debe ser una buena familia”. La incoherencia entre su realidad y sus expectativas lo obliga a someter al otro a ocultar este hecho, para normalizar su realidad, y lograr q el otro adopte su propio sistema de creencias.
Pensamiento Sistémico y Contexto Socio-cultural
      El pensamiento sistémico analiza eficazmente las conductas de los miembros de un sistema social, explicándolas y formulando patrones de cambio.
Los sistemas sociales están clasificados mediante el reconocimiento de las diferencias entre sus elementos; las cuales necesariamente no se refieren a la jerarquía de estos. No obstante, los sistemas de género, establecen en tal sentido, una comparación, ya que sus miembros tratan de perdurar en roles que se creen inamovibles. Aun y cuando dos sistemas sean jerárquicos, existen diferencias entre ellos:
1.      El sistema Autoritario: aseguran su permanencia y jerarquía mediante la opresión y disciplina, lo que propicia eventualmente la rebelión de sus dominados.
2.      El Sistema de Género: se presenta como una organización esencial, que forma parte de la cultura de sus individuos, por lo que no genera indisciplina o insubordinación.
Se suma al  contexto de tal manera que no se percibe como un elemento externo, sino como parte de él; perdiéndose la perspectiva de que es un principio definido, lo cual lo hace más estable y perdurable que las dictaduras políticas.
Según el sociólogo chileno, estudioso de los sistemas políticos autoritarios de América Latina, José Joaquín Brunner, existen tres pilares invariables, para lograr la perpetuidad en el poder de cualquier sistema social, que son: las ideas, las conductas y las estructuras presentes; lo que conlleva a establecer tres categorías: ideas, acciones y estructuras.
En cuanto a las relaciones de abuso, estas estructuras se sustentan mediante ideas o teorías, que explican las acciones violentas, sean estas percibidas o no por sus miembros.
La justificación de una conducta es posible cada vez que una persona explica el “¿por qué?” de una acción. De igual forma quien pregunta “¿por qué lo hiciste?” o “ ¿Por qué ocurrió?”, también colabora en la construcción de esta justificación, y a la desresponsabilización del protagonista.
Y es mediante esta justificación, que se autoriza al individuo, a que siempre que ocurran acciones para el, causantes del acto violento, este se repita.
En tal sentido las ideas que ayudan a mantener los actos violentos en una relación, son afines a las que mantienen un sistema autoritario, y por ende permiten la aparición de jerarquías y roles invariables, estableciendo niveles de importancia diferentes entre los involucrados.
Estudiando a fondo los sistemas de creencias que rigen estas ideas, se identificarán claramente, a fin de interferir en el ciclo que produce los actos violentos.
Modalidades Conversacionales Sintomáticas Como Formas de Interacción 
      Existen modelos conversacionales, que expresan formas de opresión, que se niegan en sí mismas, y son considerados “juegos” o “trucos del lenguaje”. Estos se manejan por medio de la estructura del leguaje coloquial y cotidiano, siendo diferentes en las lenguas con estructuras idiomáticas distintas.
      Al ser usados en ciclos de abuso constante, se convierten en modalidades conversacionales sintomáticas, como son:
a)      Globalizaciones: se resume una unidad compleja a una sola palabra, escondiendo las diferencias, conflictos, ambigüedades y diversidades posibles entre el concepto global.
b)     Generalizaciones: se afirma de manera general o universal a partir de una experiencia personal o individual.
      De igual manera existen frases que difícilmente se reconocen como opresoras, amenazadoras u ofensivas, las cuales es importante identificar.
Estructuras
      Las características típicas de algunas estructuras sociales, logran convertir en inamovibles los sistemas autoritarios, según algunos autores.
Las Sociedades que aceptan jerarquías inamovibles, están consintiendo la existencia de aspectos autoritarios.
      En lo que a la violencia familiar se refiere, es necesario conocer la estructura de la familia, sin establecer con ello divisiones, sino, por el contrario, evaluar los aspectos positivos, a fin de conservarlos. Asimismo, se hace necesario analizar los medios, en los cuales se desenvuelve, cada miembro del círculo familiar afectado.
      El estudio de género le da un sentido más complejo a la estructura; definiendo que la autoridad será más duradera y efectiva, mientras más imperceptible esta sea. Si el dominio se esconde o disimula, se presentan afirmaciones como: “¿en qué están oprimidas las mujeres?, si todos somos iguales”; o “en la casa ellas son las que tienen el poder, entonces, ¡de qué se quejan?”.
      Estas “igualdades” se pueden ilustrar mediante la metáfora del cuchillo y el melón, siempre que las pautas de desigualdad jerárquica sean las mismas, el melón siempre será el perjudicado en el choque.
      Cuando una mujer maltratada calla y esconde este maltrato, no es solo por masoquismo o por conveniencia, sino también por múltiples aspectos sociales y  económicos, que le afecten al punto de aceptar en silencio la situación, como parte de su vida.
      Por otra parte el sistema patriarcal de género, arraigado en nuestra cultura, no permite igualar las jerarquías, de manera que el choque “melón – cuchillo” tenga el mismo efecto para ambos.
      La maternidad abnegada es uno de los tantos aspectos de nuestra sociedad, que lejos de afirmar la igualdad de la estructura familiar, la descarta, avalando las acciones violentas; ya que propicia la postergación de las necesidades personales, llegando incluso a, por sentimiento maternal, justificar las aptitudes de su victimario, y sentir vergüenza de estas.
      Las victimas se consideran culpables de provocar el abuso, por lo que se les dificulta hablar con sinceridad de sus sentimientos ante este abuso.
      La estructura familiar se ve afectada directamente por mensajes culturales socializados, en cuanto al rol del padre, la posición de la familia, y la relación entre ambos; que crean en las victimas una especie de hipnosis que se activa con simples señales del victimario, y que funciona de igual forma que los “lavados de cerebro” en los sistemas de tortura.
      En consecuencia, las victimas generalmente se niegan a recibir ayuda externa, por lo que en ocasiones solo se logra acercamiento de personas que han vivido circunstancias similares; y que al compartir y comparar experiencias ayudaran a aprender a revertir los mecanismos, a través de procesos educativos de resocialización.
      Un término importante dentro de este tema es la provocación; por el cual entendemos, “tipo particular de comunicación que origina emociones”, en la mayoría de los casos desagradables, y que desencadenan reacciones inmediatas, diferentes a las que el interlocutor tendría en condiciones más relajadas, y que varían de un interlocutor a otro, ya que cada persona interpreta el mensaje según su criterio propio.
      Los mensajes que fungen como provocación, actúan igual que un anzuelo al pescar, intentando hacer que el interlocutor “pique”, y cuando esto sucede, este quedará  “enganchado”, formando un ciclo en el cual se sentirá tenso y con una aptitud  errática.
      La secuencia repetitiva de estas conductas y el no conseguir solución al problema, conduce a convertirlas en patológicas, como psicosis y abusos de sustancia, que terminan en violencia familiar.
      La provocación funciona con una estructura propia, que a manera de ciclo, complementa las conductas de uno, con las esperadas del otro; en la cual entran reglas implícitas, compartidas entre los miembros. Las ofensas serán respondidas de manera igualmente agresiva.
      Quien promueve la ofensa, está a su vez, defendiéndose, en este caso, del temor de la cercanía y la lejanía de la persona a la cual provoca. Al recibir la respuesta prevista, sigue dentro del juego, pero con suficiente lejanía para sentirse seguro.
      Es importante destacar, que en los sistemas autoritarios los abusos quedan disfrazados, mediante discursos que transmiten “exitosos fenómenos hipnóticos.
      En las relaciones de abuso, el problema principal, no es el abuso en sí mismo, sino la condescendencia con que este es recibido, y la forma en que se dejan pasar, sin poner límites. Es por ello, que es importante no solo analizar, dentro de este contexto, el autoritarismo y el género, sino también los aspectos comunicativos, que nos llevarán a reconocer que parte de ellos afianza el sistema de abuso y cual lo alude.


Las Fases de la Violencia Intrafamiliar
      Las fases de la violencia intrafamiliar son tres: la acumulación de tensión, la explosión con violencia física y el arrepentimiento y la ternura.
a)      Fase de acumulación de tensión: es la que da al golpeador cíclico su personalidad, y no es percibida por el entorno. No se advierten señales, mas que un poco de “tensión”, que representa pequeños indicios, llamados filtraciones.
      Estos individuos se caracterizan por experimentar sentimiento de temor e indefensión, que ocultan bajo un malhumor y preocupación constantes, que se acompaña de una sensación desagradable llamada excitación agresiva. Esta última le produce agitación, tensión, frenesí y sentimiento de dominación de una fuerza interior.
      En algunos casos estas características son desencadenadas por agentes externos y en otros, simplemente se desarrollan interiorizadas, sin causa externa aparente.
      Debido a que socialmente los hombres han sido predispuestos a experimentar sensibilidad ante factores externos, más q ante factores internos, es necesario buscar un responsable, u culpable de esta sensación.  
      Estas sensaciones, producen en el victimario monólogos internos, en los cuales experimenta reproches, culpabilidad y hostilidad imaginada.
      El victimario también vive sentimientos de miedo a la soledad y la desaprobación de su familia (su mujer y sus hijos); no obstante esto, no reconocerá que necesita de ellos, en particular de su mujer, para tener una imagen de sí. Recurre entonces a los abusos, a fin de mantener la idea de suficiencia e independencia, y mantener a su mujer en el rol que le ha otorgado.
b)      Fase se explosión con violencia física: la intensidad de la violencia no se relaciona con lo que la provoca. El agresor cae en un estado de alteración extrema, en el que parecen estar fuera de sí. Los testigos describen su aptitud con una característica mirada “inexpresiva”; que comenzara un ataque que solo el mismo podrá detener.
       Luego de esta explosión, sentirá que libero sus tensiones, y pasará a una etapa de calma, en la que poco a poco volverá  a  cargarse de tensión, hasta llegar a una nueva explosión; creándose un ciclo, que lo convierte en adicto de esta liberación.
c)      Fase de arrepentimiento y ternura: viene luego de la explosión violenta, dentro de la calma siguiente. Comprende desde la negación del hecho violento hasta la evasión de la responsabilidad y las promesas de cambio.
      En esta etapa el agresor recurre al apego familiar de su pareja, inspirando un sentimiento de que el mundo está contra ellos, despertando afinidad y compasión. Asimismo, recurre a los sentimientos en común, el supuesto amor existente en la pareja, que en su opinión los hará sobreponerse a todo.
La Experiencia de la Mujer
      Como víctima, reconoce cada fase del ciclo violento y sabe que el inicio, los insultos y humillaciones, llevan a la agresión física, la cual intenta evitar siendo condescendiente y complaciente en todo sentido. Sin embargo, este intento es fallido, y la ira termina por desencadenar la violencia física tarde o temprano.
      Luego de la violencia, vive un trauma similar al de las personas sobrevivientes a un desastre natural; colapso emocional entre las 24 y 48 horas siguientes a la agresión; depresión y desamparo; intento de recuperación y por último evitar la vergüenza ante los hechos.

Análisis del Texto

      La violencia intrafamiliar es un tema con muchos matices, que no se puede tratar sin antes analizarlos y estudiarlos, a fin de establecer la particularidad de cada caso. En tal sentido se debe conocer que existen tipos de relaciones; complementarias y simétricas, que harán variar directamente el tipo de violencia presente en ellas; castigo y agresión.
      Cada tipo de violencia, se define por características y consecuencias diferentes. Siendo la violencia agresión, reciproca, es decir,  que quien profiere el maltrato lo recibe en igual medida, y que por supuesto se desarrolla en una relación simétrica en la cual ambos participantes, poseen el mismo grado de poder sobre su pareja. Y, por otra parte, la violencia castigo, es unilateral, donde uno solo de los participantes tiene el poder de rebajar al otro, al punto de humillarlo, y “castigarlo” las veces, que según él,  sea necesario.
      En consecuencia, el autor expresa, que es necesario un estudio profundo del contexto de la relación, a fin de tener claro, qué tipo de violencia se presenta y en qué tipo de relación. Ya que solo así se podrá realizar una intervención efectiva.
      Profundizando más en la violencia agresión vemos que esta, no tiene repercusiones psicológicas, y ambos actores mantienen su nivel de autoestima; así como se puede entender que los involucrados reconocen que su situación es negativa y pueden buscar ayuda.
      Por el contrario, en la violencia castigo, se ve afectada la estabilidad psicológica de los miembros de la relación, que por ser complementaria, establece jerarquías que cada quien acepta, de tal forma que se hace difícil el recurrir a la ayuda externa.
      Dentro del contexto violento de las relaciones familiares, existe una organización que  permite que el abuso y el maltrato ocurran. En él se toman en cuenta aspectos espaciales, en cuanto al lugar donde habitualmente se presentan los hechos violentos, que generalmente es el mismo o cumple con  las mismas características; aspectos temporales, en cuanto al momento en que se desencadena la violencia; aspectos temáticos; en cuanto a los contenidos que logra llevar a los individuos a la explosión de ira, que traerá como consecuencia los ataques violentos.
      Para que estos contenidos funcionen como disparadores o detonadores de la explosión violenta, cumplen una serie de características que el victimario dispone inconscientemente; que en su interior se establecen mediante la decodificación de los mensajes, que no siempre suele ser acertada.
      La violencia familiar, posee un nivel de afinidad en cuanto al los sistemas políticos autoritarios, que es importante tomar en cuenta y analizar; pues existen fenómenos pares en ambos. Cabe destacar, que las jerarquías del los sistemas autoritarios, al igual que las de una relación sumida en la violencia, intentan perpetuarse; así como también que en ambos existe el “lavado de cerebro”, el convencimiento por medio de las palabras correctas en el momento correcto, sumiendo a los victimas en un ciclo de abusos, que hasta ellas mismas niegan.
      Es entonces claro, que la violencia sigue un ciclo repetitivo, en el cual se cumplen una serie de fases, que están relacionadas, de manera que cada una es consecuencia directa de la anterior. Estas son: acumulación de tensión, explosión violenta y arrepentimiento.
      Analizando este ciclo entonces podemos decir que ocurren en primer lugar acontecimientos al agresor, bien sean reales o imaginarios,  que ayudaran a que se desarrolle en él un proceso de tensión; donde se sentirá presionado, tanto por fuerzas interiores, como exteriores; hasta llegar a un punto en que cualquier hecho molesto para él, por pequeño que sea, servirá para liberar la ira contenida; protagonizando el hecho violento contra su víctima, que pude ir desde la humillación y los insultos, hasta la agresión física. Por último, llegará un periodo de calma, en el que evadirá la responsabilidad y pedirá disculpas, pero que dará paso a una nueva acumulación de tensión y comenzará nuevamente el ciclo.
      En las relaciones familiares violentas, sufre tanto el agresor como el agredido, aunque de maneras diferentes, sus integridades se ven afectadas. Cada uno de los involucrados, vive temores y culpas, que lo llevan a un estado de aceptación.
      En conclusión, la violencia intrafamiliar, posee múltiples características, que se deben establecer, estudiar y analizar, a fin de entender  a fondo el proceso, tanto a nivel psicológico, como social; pues comprendiendo su proceso, se puede llegar a una  visión más objetiva de los hechos, que permitirá brindar la ayuda más idónea.
      Existen aspectos importantes, a tomar en cuenta al realizar este análisis, y que forman parte directa del proceso de la violencia; la comunicación, el ámbito social, los antecedentes familiares de los involucrados y  la interacción de los involucrados en ámbitos distintos al familiar; que serán características del contexto y delimitarán las formas de la violencia.
Como futuras educadoras debemos poseer las herramientas necesarias para detectar estos aspectos y características, reconocer en nuestros estudiantes, las señales que nos revelan que están viviendo un ciclo de violencia. Asimismo,  saber analizar y comprender los aspectos que definen un ciclo en particular; y en tal sentido realizar una intervención adecuada, sabiendo cómo y cuándo debemos hacerla, sin que esta arriesgue la integridad del estudiante. Pues el buen educador, no lo es solo en el aula, sino en todos los ámbitos de la vida.